miércoles, 15 de julio de 2015

CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI

Raskólnikov o cómo morirse en amarillo 
Obra de Jesús Alberto Arbeláez Arce (Jalar)

CRIMEN Y CASTIGO
FIÓDOR DOSTOYEVSKI

Crimen y castigo (ruso: Преступле́ние и наказа́ние, romanización: Prestupléniye i nakazániye) es una novela de carácter psicológico escrita por el autor ruso Fiódor Dostoyevski. Fue publicada por primera vez en la revista El mensajero ruso, en 1866, en doce partes, y publicada después como novela.  Junto con Guerra y paz de León Tolstói, se considera que la novela es una de las más influyentes e internacionales de la literatura rusa.  Asimismo, los diálogos mantenidos entre el protagonista, Raskólnikov, y el inspector de policía, son considerados por algunos autores, como el prestigioso literato Stefan Zweig, una de las cimas de la literatura universal.

En Crimen y castigo nos adentramos en una de las obras cumbres del célebre escritor ruso Fiódor Mijáilovich Dostoievski. Se trata de una novela que viene a plantear y discutir los grandes asuntos que han preocupado la vida intelectual del autor y de su pueblo, la Rusia zarista de fines del siglo XIX. La novela enfrenta el problema de la libertad individual y sus consecuencias, alumbrando acaso por primera vez,  los nebulosos pasillos del inconsciente, donde la razón suele ser superada por la fuerza de los instintos.  Un estudiante pobre busca dar salida a su pobreza, cometiendo un crimen con premeditación y alevosía que supuestamente vendría a salvar su difícil situación económica. En esa frase podríamos resumir la anécdota de una novela que supera las quinientas páginas, mostrando muchas de las aristas posibles de ser analizadas tras el desarrolló y proyección de dicha anécdota.

Raskólnikov,  el protagonista, es un joven estudiante de derecho, un intelectual con quien el lector empatizará desde las primeras páginas. Se trata de un personaje literario, no hay que olvidar eso, que reúne las características de lo universal, y es en consecuencia, el portador de verdades o preguntas que caracterizan a los hombres de todos los tiempos en cualquier lugar del mundo, y particularmente a los jóvenes que han llegado a la universidad. La empatía establecida, llevará al lector a sentirse también un Raskólnikov en lo sucesivo, y a plantearse las interrogantes del personaje. Raskólnikov se siente distinto de los demás, llamado a vivir un destino especial, determinado para la aventura de la independencia intelectual, como la inmensa mayoría de los jóvenes de su edad. Esta libertad descubierta en sí mismo, previo a los momentos de cometer su crimen, lo liberará por un momento de las paredes de la moral establecida, donde parece ahogarse al principio y al final, encontrando así la justificación racional para llevar a cabo su plan siniestro, y enseñando a su vez, otra de las grandes tesis del autor, aquella que dice relación con la posibilidad de justificarlo todo mediante la razón, incluido el asesinato.


CRIMEN Y CASTIGO
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EL AUTOR

(Fiódor Mijailovich Dostoievski; Moscú, 1821 - San Petersburgo, 1881) Novelista ruso. Educado por su padre, un médico de carácter despótico y brutal, encontró protección y cariño en su madre, que murió prematuramente. Al quedar viudo, el padre se entregó al alcohol, y envió finalmente a su hijo a la Escuela de Ingenieros de San Petersburgo, lo que no impidió que el joven Dostoievski se apasionara por la literatura y empezara a desarrollar sus cualidades de escritor.

Fiódor Dostoyevski

A los dieciocho años, la noticia de la muerte de su padre, torturado y asesinado por un grupo de campesinos, estuvo cerca de hacerle perder la razón. Ese acontecimiento lo marcó como una revelación, ya que sintió ese crimen como suyo, por haber llegado a desearlo inconscientemente. Al terminar sus estudios, tenía veinte años; decidió entonces permanecer en San Petersburgo, donde ganó algún dinero realizando traducciones.

La publicación, en 1846, de su novela epistolar Pobres gentes, que estaba avalada por el poeta Nekrásov y por el crítico literario Belinski, le valió una fama ruidosa y efímera, ya que sus siguientes obras, escritas entre ese mismo año y 1849, no tuvieron ninguna repercusión, de modo que su autor cayó en un olvido total.

En 1849 fue condenado a muerte por su colaboración con determinados grupos liberales y revolucionarios. Indultado momentos antes de la hora fijada para su ejecución, estuvo cuatro años en un presidio de Siberia, experiencia que relataría más adelante en Recuerdos de la casa de los muertos. Ya en libertad, fue incorporado a un regimiento de tiradores siberianos y contrajo matrimonio con una viuda con pocos recursos, Maria Dmítrievna Isáieva.

Tras largo tiempo en Tver, recibió autorización para regresar a San Petersburgo, donde no encontró a ninguno de sus antiguos amigos, ni eco alguno de su fama. La publicación de Recuerdos de la casa de los muertos (1861) le devolvió la celebridad. Para la redacción de su siguiente obra, Memorias del subsuelo (1864), también se inspiró en su experiencia siberiana. Soportó la muerte de su mujer y de su hermano como una fatalidad ineludible. En 1866 publicó El jugador, y la primera obra de la serie de grandes novelas que lo consagraron definitivamente como uno de los mayores genios de su época, Crimen y castigo. La presión de sus acreedores lo llevó a abandonar Rusia y a viajar indefinidamente por Europa junto a su nueva y joven esposa, Ana Grigorievna. Durante uno de esos viajes su esposa dio a luz una niña que moriría pocos días después, lo cual sumió al escritor en un profundo dolor.

A partir de ese momento sucumbió a la tentación del juego y sufrió frecuentes ataques epilépticos. Tras nacer su segundo hijo, estableció un elevado ritmo de trabajo que le permitió publicar obras como El idiota (1868) o Los endemoniados (1870), que le proporcionaron una gran fama y la posibilidad de volver a su país, en el que fue recibido con entusiasmo. En ese contexto emprendió la redacción de Diario de un escritor, obra en la que se erige como guía espiritual de Rusia y reivindica un nacionalismo ruso articulado en torno a la fe ortodoxa y opuesto al decadentismo de Europa occidental, por cuya cultura no dejó, sin embargo, de sentir una profunda admiración.

En 1880 apareció la que el propio escritor consideró su obra maestra, Los hermanos Karamazov, que condensa los temas más característicos de su literatura: agudos análisis psicológicos, la relación del hombre con Dios, la angustia moral del hombre moderno y las aporías de la libertad humana. Máximo representante, según el tópico, de la «novela de ideas», en sus obras aparecen evidentes rasgos de modernidad, sobre todo en el tratamiento del detalle y de lo cotidiano, en el tono vívido y real de los diálogos y en el sentido irónico que apunta en ocasiones junto a la tragedia moral de sus personajes.



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