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jueves, 16 de julio de 2015 0 comentarios

EL MITO DE SÍSIFO - ALBERT CAMUS


EL MITO DE SÍSIFO 
Ensayo filosófico de
 ALBERT CAMUS



Para Leer Eiscuchando

ÍNDICE

Un razonamiento absurdo 0:01:37
Lo absurdo y el suicidio 0:01:38
Los muros absurdos 0:16:45
El suicidio filosófico 0:52:35
La libertad absurda 1:35:50
El hombre absurdo 2:04:36
El donjuanismo 2:10:36
La comedia 2:24:15
La conquista 2:34:40
La creación absurda 2:49:23
Filosofía y novela 2:49:25
Kirilov 2:56:00
La creación sin mañana 3:11:57
El mito de Sísifo 3:21:29
La esperanza y lo absurdo en la obra de Franz Kafka 3:31:20


El mito de Sísifo es un ensayo filosófico de Albert Camus, originalmente publicado en francés en 1942 como Le Mythe de Sisyphe. El ensayo se abre con la siguiente cita de Píndaro:

"Oh, alma mía, no aspires a la vida inmortal, 
pero agota el campo de lo posible."
Píndaro. III Pítica


El título del ensayo proviene de un atribulado personaje de la mitología griega. En él, Camus discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida, presentando el mito de Sísifo como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre.

De esta forma planea la filosofía del absurdo, que mantiene que nuestras vidas son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que creamos. Siendo el mundo tan fútil, Camus pregunta, ¿qué alternativa hay al suicidio? El ensayo se inicia: No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio.

Sísifo, dentro de la mitología griega, como Prometeo, hizo enfadar a los dioses por su extraordinaria astucia. Como castigo, fue condenado a perder la vista y a empujar perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde debía recogerlo y empujarlo nuevamente hasta la cumbre y así indefinidamente.

Camus desarrolla la idea del "hombre absurdo", o con una "sensibilidad absurda". Es aquél que se muestra perpetuamente consciente de la completa inutilidad de su vida. También es aquél que, incapaz de entender el mundo, se confronta en todo momento a esta incomprensión. El hombre rebelde será, por lo tanto, aquel que se encuentre en todo momento frente al mundo. Para ello es necesario una ética de la cantidad, no de la calidad, que acumule el mayor número de experiencias. Esta "eterna vivacidad", este eterno confortamiento con el absurdo mediante el mayor número de experiencias es justamente lo que daría sentido a no renegar del absurdo. En este punto Camus muestra como su existencialismo no promueve el quietismo y la pasividad ante el absurdo. Aceptar el absurdo, afirma, es la única alternativa aceptable al injustificable salto de fe que constituye la base de todas las religiones (e incluso del existencialismo, que por tanto Camus no aceptaba completamente). Aprovechándose de numerosas fuentes filosóficas y literarias, y particularmente de Dostoievski, Camus describe el progreso histórico de la conciencia del absurdo y concluye que Sísifo es el héroe absurdo definitivo.

En su ensayo, Camus afirma que Sísifo experimenta la libertad durante un breve instante, cuando ha terminado de empujar el peñasco y aún no tiene que comenzar de nuevo abajo. En ese punto, Camus sentía que Sísifo, a pesar de ser ciego, sabía que las vistas del paisaje estaban ahí y debía haberlo encontrado edificante: "Uno debe imaginar feliz a Sísifo", declara, por lo que aparentemente lo salva de su destino suicida.

La obra se cierra con un apéndice sobre la obra de Franz Kafka, interpretada finalmente de manera similar, en términos de un esteticismo, a su modo, esperanzador.




El mito de Sísifo segun Albert Camus

Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.

Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le convirtieron en un trabajador inútil en los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló sus secretos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestes.

Por ello le castigaron enviándole al infierno. Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de manos de su vencedor. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. le ordenó que arrojara su cuerpo sin sepultura en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver este mundo, a gustar del agua y el sol, de las piedras cálidas y el mar, ya no quiso volver a la sombra infernal.

Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron para nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por la fuerza, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es en tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. no se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces como la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volverla a subir hacia las cimas, y baja de nuevo a la llanura. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra.

Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Si este mito es trágico, lo es porque su protagonista tiene conciencia.

¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?. El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo.

Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no venza con el desprecio.

Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de mas. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la dicha se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poderla sobrellevar. Son nuestras noches de Getsemaní.

Sin embargo, las verdades aplastantes perecen al ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desesperada: «A pesar de tantas pruebas, mi edad avanzada y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien». El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievsky, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroismo moderno. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la dicha. «¿Cómo? ¿Por caminos tan estrechos...?». Pero no hay más que un mundo. La dicha y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. «Juzgo que todo está bien», dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo y limitado del hombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos.

En el universo vuelto de pronto a su silencio se alzan las mil vocecitas maravillosas de la tierra. Lamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por el, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.

Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.

Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.






lunes, 30 de abril de 2012 2 comentarios

EL EXTRANJERO - ALBERT CAMUS


EL EXTRANJERO

Análisis de la primera novela de Albert Camus: 

Por: Carlos Pineda

La primera novela de Albert Camus, El Extranjero, publicada en 1937 posee, entre varias particularidades, la de ser, además la más ampliamente difundida de las obras del escritor argelino. Expresa una cierta  peculiaridad hipnótica que, aunada al ritmo y la brevedad de la narración, logra convertirla en uno de esos escasos libros que se hacen leer de un tirón. Desde el primer párrafo Camus nos sumerge en el terreno de lo absurdo que, sin embargo, nos resulta siniestramente familiar pues tal absurdo es un fiel reflejo de la existencia del hombre moderno, en la que lo cotidiano y lo extraordinario, lo predecible y lo inexplicable se alternan de manera aleatoriamente aleatoria, simplemente suceden y el aparente carácter caótico que determina y moldea toda esa absurda sucesión de fenómenos absurdos conocida como la vida es presentado en la novela con la vertiginosa trepidancia propia de la misma.

    Partiendo del absurdo como condición existencial primaria y destino ineludible del sujeto, el autor desarrolla una crítica elegantemente mordaz e implacable de los valores de la sociedad burguesa, sumando absurdo tras absurdo expresados mediante la sacralización de la muerte, la piedad artificial de los ritos funerarios y del propio luto, así, como las conductas individuales y colectivas que los legitiman conformando un ineludible círculo vicioso de prejuicios, hipocresía e ignorancia malintencionada del cuál, una vez dentro, es absolutamente imposible escapar,[1],pues de principio a fin, de la cuna a la tumba cada existencia individual corresponde a la concretización subjetiva de lo absurdo como rasgo definitorio y definitivo del hombre y del cosmos.

   Tema recurrente en toda su obra, el Sistema Judicial es la representación última de la más absurda pretensión del hombre: creerse capaz de distinguir valor alguno en las acciones de sus semejantes y llegar a la pretensión de poder ejercer la justicia. Así dentro de la teatralidad totalizante que es la existencia individual se representa un segundo drama: una trágica pantomima con niveles aún más patéticamente  perversos de histrionismo. En este teatro de la crueldad el actor por antonomasia, el histrión último es el juez, impostor de Dios, representación de la incurable necedad del hombre que, ciego a la verdad, se cree capaz de ejercer la justicia.

1.1  El argumento del L"etranger es muy sencillo: Mr. Mersault, un joven pied noir recibe un telegrama anunciando la muerte de su madre,a quien había decidido enviar a un asilo de ancianos puesto que,como admitirá ulteriormente, ya no tenían más nada que decirse. El joven Mersault toma un par de días de descanso de su trabajo, la naturaleza del cual no es especificada por el autor, y asiste al funeral de su madre durante el cual no siente ni manifiesta congoja alguna y sólo le incomoda el calor implacable del verano argelino y el no poder fumar delante del féretro.[2].De vuelta en la ciudad se encuentra con una antigua compañera de trabajo con quien inicia una relación y a la que manifiesta estar dispuesto a casarse con ella a pesar de estar convencido de no amarla. En esos días traba amistad con Raimundo, un sujeto que aparenta ser un proxeneta y que se halla en problemas con un grupo de naturales argelinos (árabes).En un paseo a la playa el nuevo amigo de Mersault es amenazado por un grupo de árabes, pasado el incidente Mersault regresa a confrontar a sus adversarios, revolver en mano y deslumbrado por el sol dispara varias veces sobre uno de ellos hasta matarlo.

   Mersault es procesado en una atmósfera kafkiana[3] y en el Tribunal se establece que no ha llorado por la muerte de su madre, que tiene relaciones sexuales extramaritales con una mujer apenas dos días tras el fallecimiento de su progenitora y, según su propio testimonio, que ha disparado contra el árabe porque le dolía la cabeza y la luz del sol le había deslumbrado. Es hallado culpable y condenado a muerte. Frente al capellán de la prisión, la víspera de su ejecución manifiesta su ateísmo, su falta de temor ante la muerte y la conciencia de la indiferencia absoluta entre morir un día u otro, en aquel momento o cincuenta años más tarde. Su único deseo, al final, es acudir al patíbulo rodeado por los gritos de odio de la multitud enfebrecida.

 1.2. Mersault, un juego de palabras ligado a la relación que tenía con el clima de su Argelia natal, constituido por las palabras mar y sal.: es el héroe absurdo prototípico, antes de que Camus descubriese que tal clase de héroe podía existir: más que un solitario, un náufrago desolado a la merced de las olas de un absurdo mayor que el propio: la sociedad. Carece de la hipocresía básica necesaria para sobrevivir en la sociedad burguesa, pero no apela con esto a anhelo alguno de virtud, su honestidad, extrema hasta la ingenuidad es producto de la relación absurda entre dos entes absurdos: el hombre y el mundo y nace de la respuesta natural del sujeto humano ante tal estado de cosas, la indiferencia. Mersault no es un intelectual amargado como Roquentin o Mathieu[4], alter egos de su autor, por el contario es un joven lleno de vitalidad, con el hedonismo egocéntrico propio de los veinte y tantos años, abraza la vida en cuanto se le ofrece con la espontaneidad gratuita de la naturaleza. Así acepta el amor de Maria, la amistad de Raymundo,el regalo ardiente del sol en medio de la frescura del mediterráneo. Esta espontaneidad cargada de sensualismo marca todos sus actos, incluyendo los más "trascendentales", en un mundo cuya contingencia nunca se molesta en subrayar dada lo obvio de su naturaleza, como son el homicidio y la propia muerte. Mersault prefigura el Sísifo sonriente que años más tarde concebirá Camus en su optimista apologética del absurdo Le myth de Sysiphe.

2.1   Cuando entramos a la vida de Mersault, del extranjero, lo hacemos al través de la prosa concisa y alevosamente chocante de Camus: El primer párrafo de la novela anuncia al lector, al tiempo que lo cautiva, que se halla frente a un personaje completamente inusual:

    Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No  lo sé. Recibi un telegrama del asilo.: "Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias. "Pero no quiere decir nada. Quizas halla sido ayer.(1)

   Es precisamente el carácter de Mersault que nos estimula, al momento de decidirnos por un paradigma metodológico desde el cual analizar la novela, a preferir la filosofía antropológica freudiana, intentando dejar de lado cualquier reduccionismo psicopatologizante hacía el cual tal metodología pueda dirigir nuestros bien intencionados pasos, así Mersault es, más que el personaje central de la novela, la fuente de significantes filosóficos más rica dentro de la misma, pues toda la filosofía, que mas tarde el autor definirá como absurdista, se halla representada en este personaje, en este arquetípico héroe de la modernidad tardía, este anormal, este extraño, este extranjero.

2.2 Gracias a la presencia de Maria Cardona en la trama de la novela, podemos introducir una visión netamente freudiana del personaje central de la misma, una alevosa intentona de psicoanalizar al personaje central de la novela.[5].  Mersault, situado cronológicamente en el periodo de duelo, inicia una relación con María. Tras encontrarse fortuitamente con esta antigua compañera de trabajo van juntos al cine, específicamente a mirar una comedia (hecho que ulteriormente se le imputará a Mersault durante el proceso judicial al cual es sometido por "homicidio") y terminan, apenas pasado un día tras las exequias de la madre, consumando físicamente su mutua atracción esa misma noche. Muerta la madre aparece la amante, la novia, la esposa; la nueva mujer que viene a perpetrar el asesinato metafísico de la madre, a intentar dejar definitivamente finiquitada la cuestión edípica mediante la sustitución irreversible de la figura materna.

    Eventualmente su consorte cuestionará[6] los sentimientos de Mersault y demandará, si bien tímidamente, de este un compromiso. El joven admite, con una sinceridad que anula la crueldad inherente a tal aseveración, que no ama a la muchacha y sin embargo afirma, sin dudarlo por un momento, que se casaría con ella si son esos sus deseos. Tal ambivalencia[7] revela, por un lado,l a renuencia a sustituir definitivamente a la madre como objeto catexial[8], el fracaso de la relación con María como medio de catarsis del conflicto intrapsíquico generado en el personaje  por su propia actitud de indiferencia afectiva ante el deceso de su madre. Por otro lado sería, simplemente, la manifestación de la falta de culminación exitosa del proceso de desplazamiento del objeto de la energía libidinal de la madre a la amante; quizá sea precisamente mediante la incapacidad de amar a su amante la forma peculiar mediante la cual Mersault expresa su duelo. La hipótesis del fracaso, en términos afectivos, de la relación con  Maria como elemento catalizador de la catarsis necesaria para que Mersault logre, finalmente, vencer el conflicto interno generado por la muerte de la madre y la propia indiferencia ante la misma, puede continuar siendo desarrollada  para explicitar la conducta del personaje central de la novela a lo largo de toda la extensión de la misma.

     La aparición de Raimundo y la amistad que Mersault traba con quien es, a todas luces, un truhán, introduce un elemento significativo extra en la vida psíquica de este último, el acertijo que intentamos, puerilmente, descifrar pues sabemos que la intención del autor es poner de manifiesto el absurdo de la condición humana y precisamente por ello utilizamos, para intentar resolver el enigma del extranjero, uno de los mas absurdos entre la lista de constructos absurdos de la imaginación humana denominados con el termino genérico de Ciencias: la psicología. La intensidad de la breve amistad entre Mersault y Raimundo, la falta de cuestionamiento y la pasividad  de Mersault ante este último, a quien manifiesta obediencia y lealtad incondicionales puede tener su origen en una  o la mezcla de dos motivaciones: el alivio de los sentimientos de orfandad del personaje mediante una figura paterna sustituta(recordemos que no hay referencia alguna al padre de Mersault en toda la novela).Con María y Raimundo ,Mersault puede reconstruir la familia que la muerte de la madre le ha hecho perder irremediablemente; por una vez le dota con el sentimiento de pertenencia que sería capaz de obliterar la conciencia de su condición de "extraño", de conseguirle una pequeña patria prestada y llenar así la necesidad de aceptación que porta, pesado fardo, desde su más temprana infancia. La idoneidad de esta situación, en términos de la economía psíquica de Mersault, explicaría el celo con el cual este defiende y protege a Raimundo. De este modo, marcado por la reciente muerte de la madre, el asesinato del árabe, racionalizado como el producto de una mezcla de factores tangenciales (la cefalea, el calor, la deslumbrante luz del sol) sería, en este tenor, el gesto mediante el cual Mersault intenta compensar, preservando su nueva familia, los sentimientos de inadecuación, inutilidad y culpa propios del período de duelo.

      Una segunda hipótesis, dentro del paradigma freudiano[9],.atribuiría a Mersault inclinaciones de carácter homoerótico hacia Raimundo de las cuales se defiende inicialmente mediante la negación, la sublimación y, finalmente mediante un trágico desplazamiento de la formación reactiva. Los mecanismos de defensa no han sido suficientes para neutralizar los impulsos libidinales egodistónicos de Mersault y estos terminan manifestándose al través de la catarsis explosiva del homicidio.

   Por otra parte, y aunque obviamente se trata de un recurso literario, la catarsis, si de hecho se da tal fenómeno, tiene lugar al final de la novela, en el diálogo entre Mersault y el capellán de la prisión. Este hecho, aunque no invalida completamente la segunda hipótesis, la debilita de forma considerable. Así, el homicidio es simplemente un paso más en el proceso de resolución de un conflicto intrapsíquico inexistente en un personaje de ficción cuyo análisis obedece a los fines del mero formalismo académico(al propio Camus le habría encantando lo absurdo de toda esta situación: un personaje absurdo dentro de una novela absurda analizado a partir de las absurdas premisas del psicoanálisis por un sujeto tan absurdo como quien este absurdo ensayo escribe que, como diría Mersault, no significa nada),se trata simplemente de una forma de regresión a las explosiones violentas de la infancia(la famosa "pataleta" oacting-out) al ver amenazado el precario equilibrio emocional proporcionado por la amistad de Raimundo y el amor de María. Cuando es procesado judicialmente Mersault se encuentra sumido en una feroz y complicada batalla intrapsíquica: la negación de la muerte materna, la incapacidad generada por la falta de confrontación del conflicto inicial, el fracaso al intentar sustituir el objeto de sus pulsiones (evidentemente infantiles) y la negación más extensa (y por ende más costosa en términos de economía psíquica)) del conflicto mayor generado por su propia inadecuación social y la conciencia de esta. Enfrentado con el evidente rechazo de la sociedad representada por el Tribunal, Mersault resuelve, finalmente, el conflicto al aceptar como propias tales inadecuaciones y esta solución es expresada con la magistral fuerza dramática de su perorata ante el capellán. Con la conciencia general del absurdo Mersault consigue, finalmente aceptarse a sí mismo, colocándose en oposición a la comunidad hipócrita que le condena.

   Sin embargo, al llegar al clímax de su discurso revela que sólo ha resuelto niveles de conflicto y que el conflicto primario permanece irresoluto, irresoluble: la lucha entre eros y tánatos iniciada desde el momento mismo de la concepción y que culmina (como fatalmente culmina en todos los casos de la existencia biológica individual) con el triunfo del último: el instinto de muerte ha guiado, sigiloso, las acciones de Mersault y lo ha conducido hasta el patíbulo. Los contenidos inconscientes del arcano llegan hasta el yo con la fuerza generada por años de represión y, automáticamente, éste se defiende: acepta su condición al tiempo que proyecta los sentimientos de rechazo generados por la misma a la sociedad en su conjunto. Por ello su último deseo es constatar el odio de la multitud, el cumplimiento del cual le otorgaría, in extremis, el alivio de la certidumbre producida por la concordancia entre sus sentimientos de autorechazo y el rechazo manifiesto hacía él de todo el cuerpo social.

[1] Entre los múltiples paralelismos de "El Extranjero" y las obras de Kafka, específicamente "El Proceso" se halla la representación de la existencia como un proceso judicial, la culpabilidad inmanente a la condición humana, el invariable veredicto condenatorio y la muerte como pena universal. En ambas novelas, el personaje central, que representa al hombre expía una culpa que no admite y termina pagando con la muerte el único crimen imperdonable, parafraseando a Schopenhauer: el haber vivido

[2] Disposición por demás absurda, pues, aun en nuestros días de paranoia sanitaria y longevomanía, a ningún cadáver debe molestarle el humo del tabaco y de más esta decir que ya no es posible que este pueda dañarlo en forma alguna.

[3] Camus se las arregla para hacer sentir al lector tan perplejo como el propio Mersault ante los hechos que realmente son debatidos en el tribunal.

[4] Nombres respectivos de los personajes centrales de La nausea  y los dos primeros títulos de la trilogía  novelesca "Los laberintos de la Libertad" de Jean Paul Sartre.

[5] No importa cuan antipática nos resulte la psicología freudiana, es un mero ejercicio académico-clínico.

[6] El contexto en que se da tal cuestionamiento refleja la visión general que de las mujeres tenia Camus, quien años mas tarde, en su ultima novela, describirá a su madre como poco menos que una retrasada mental. No por casualidad  puede inferirse del nombre del personaje femenino central de la novela (María Carmona) su ascendencia española.

[7]

[8] Este fenómeno puede explicarse, de forma análoga a la totalidad de la conducta de Mersault durante los primeros días tras enterarse de la muerte de su madre, a su aposicionamiento en la fase kublerosiana de negación.

[9] El impacto de la filosofía antropológica freudiana es tan extendido que se halla manifiesto en todas partes y Kurt Cobain canta in "All Apologies":...what else can I say?Eveyone is gay.


ALBERT CAMUS

El 7 de noviembre de 1913 nació en Mondovi (Argelia), el escritor y filósofo francés Albert Camus, quien comenzó a escribir desde muy joven y que, en 1957, obtuvo el Premio Nobel de Literatura.

Sus primeras creaciones literarias aparecieron publicadas en 1932 en la revista “Sud”. Por esa época terminaría el bachillerato y recibiría un diploma de estudios superiores en letras, en el ámbito de la filosofía.

En 1937 aparece su libro titulado “El revés y el derecho”, reemplaza al Teatro del Trabajo que había fundado en Argel por El Teatro del Equipo y abandona el Partido Comunista. Por otra parte, se incorpora al “Diario del Frente Popular” y lleva adelante su investigación “La miseria de la Kabylia”, informe que pronto consigue una buena repercusión. Debido a las presiones políticas que comenzó a sufrir cuando, en 1940, el gobierno argelino prohibió la publicación del diario y su desempeño como escritor, Albert Camus decidió mudarse a París, donde trabajó como secretario de redacción del diario “Paris-Soir”. En 1943, se convierte en lector para la editorial parisina Gallimard y reemplaza a Pascal Pia en la dirección de “Combate”.

Vinculado al denominado movimiento libertario y miembro de la Fédération Anarchiste, Camus comienza a escribir en publicaciones anarquistas como “Le monde libertaire”, “Le révolution proletarienne” y “Solidaridad Obrera”.

Anarquista convencido y ferviente opositor de ideologías como el marxismo y el existencialismo, nunca dejó de luchar contra todo tipo de abstracciones que pudieran alejar al hombre de lo humano. En este marco, se opuso también al cristianismo y cultivó lo que él llamó la “Filosofía del absurdo”.

Casualidad, coincidencia o ironía del destino, Albert Camus falleció el 4 de enero de 1960 en un accidente automovilístico, días después de haber expresado: “No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil”. Entre sus obras más reconocidas se encuentran “El mito de Sísifo”, “El extranjero”, “Calígula”, “La peste”, “El hombre rebelde”, “Una muerte feliz” y el libro que dejó inconcluso, que años después fue publicado por su hija y se tituló “El primer hombre”.
 
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